En aquellos días, llegó un decreto de Augusto, que ordenaba hacer un empadronamiento por toda la Tierra y entregar al Emperador los impuestos debidos al tesoro, teniendo cada cual que pagar anualmente un diezmo calculado sobre el estado nominativo de las personas pertenecientes a su casa. En vista de ello, JOSÉ resolvió presentarse con MARIA al censo para ser inscritos en él ambos.